Siempre pensó en la muerte. Pero no sabía cuando ocurriría.
Vivía pensando en que pasaría de un momento a otro, en el sueño, durante un paseo, quizá en el viaje a la oficina es esas calles tan transitadas de esa ciudad tan poblada. Y no descansaba. Ni un sólo momento.
Y es que el vivir pensando en morir es la muerte en vida. Porque el corazón no cesa, porque el sueño no llega, porque en ningún momento hay solaz ni capacidad para contrarrestar el pánico de una muerte larga y dolorosa.
No es que temiera a la muerte, no.
Sólo lo asustaba el momento. Y la forma. Se consideraba listo para entregar la vida. Sabía que éste es un mundo de transición. Que la vida no es para siempre y que somos pasajeros de un cuerpo frágil y momentáneo. Pero tenía temor.
¿Qué le esperaba?, ¿Cómo sería? ¿Cúando?.
Preguntas para las que nadie tiene respuesta pero quería saber. Queria que alguien le explicara como serían los segundos antes de morir. Si vería su vida pasar como cuentan los que han tenido una experiencia cercana a la muerte. O si vería una luz, como cuentan otros.
Pero no había respuestas. Sólo preguntas que nadie podía responder con seguridad.
Y pasaron los días. Y los años. Y nunca fué feliz. Se enfrasco tanto en su trabajo, en la rutina, en un afán insano por no pensar, por tratar de vivir, que nunca fué completamente feliz. Nunca encontró a nadie que lograra comprender su obsesiva curiosidad.
La vida nunca le sonrió porque nunca se digno a mirarla de frente, siempre a traves de un velo de miedo. Le temía a la vida porque cuando esta quisiera se iría, no quería retarla, no quería hacer pensar, a quien fuese, que vivía peligrosamente, porque el día menos esperado podría morir.
Y nunca lo logró. Ni supo que pasaría, ni cuando sería. Y cuando llegó el momento lo comprendió. La luz se presentó a el, y vió su vida reflejada. Una vida gris, llena de temor, viviendo solo para llegar a una respuesta que ahora lo maravillaba por su sencillez. Uno se va como vivió. En paz, o con rencor. Con felicidad o tristeza. Con ira, o con soledad. Y logró arrepentirse. Pero ya era tarde. Habia desaprovechado sus oportunidades.
Mientras veía su monótona vida pasar frente a sus ojos, se dió cuenta de los cientos de oportunidades que le habia ofrecido el mundo. Cómo había dejado la felicidad pasar tantas veces y al mismo tiempo lamentaba su mala suerte. Su negativismo no le dejaba ver todo lo bueno de la vida.
Y asi terminó.
el sábado lei un cuento alucinante. el soldado y la niña, de jordi sierra i fabra. te lo recomiendo ;)